lunes, 30 de enero de 2012

Artículo para "Javier Ruibal, más al sur de la quimera"

Para quien no esté al tanto aún, os informo de que recientemente se acaba de publicar un estupendo libro, "Javier Ruibal, más al sur de la quimera", escrito magistralmente por mi admirado Luis García Gil. En él, se analiza detalladamente la imprescindible obra de Javier Ruibal. Tengo la tremenda suerte de haber colaborado con un pequeño artículo sobre la canción "Tabaco y tinto de verano" (gracias, Luis). Aquí les dejo el artículo y les animo a que se hagan con el libro:

Tabaco y tinto de verano

Yo tenía esa edad en la que uno encuentra sus coordenadas entre poemas y canciones, la edad de las primeras encrucijadas, la edad en que uno se busca entre lo que aprende de la familia, de los amigos y de las casualidades. Yo tenía, aproximadamente, esa edad en la que uno comienza a saborear la vida de otra forma. La casualidad me llevó a ver a Ruibal en directo...recuerdo aquel momento como una conmoción, un fogonazo, una especie de embriaguez, como si de repente se hubiera abierto ante mí una puerta a un mundo nuevo.

Conseguí el disco “Contrabando” grabado en cassette (el pirateo del siglo XX). Lo escuché una y otra vez, tratando de interiorizar y asimilar aquel cúmulo de sensaciones que acababa de descubrir. Ahí encontré un puñado de canciones llenas de magia, sensualidad, misterio, poesía y fuerza: “Bella en Lisboa”, “La reina de África”, “Un ave del paraiso”, “Por tu amor me duele el aire”, etc.
De entre todas ellas, “Tabaco y tinto de verano”, fue una canción con la que me identifiqué enseguida, una canción en la que parecía que cabía casi todo lo que yo empezaba a considerar importante (los primeros amores palpables, la búsqueda de la felicidad en los pequeños placeres cotidianos, la liturgia de las primeras juergas, el interés por las cosas que pasan en el mundo, los Beatles, las ganas de ir a Cuba...). Todo ello envuelto con una música alegre y elegante que tan pronto le mueve a uno el corazón como las caderas.

Así pues, desde entonces, esta canción ha formado parte de mi equipaje sentimental, me ha servido en ocasiones para reafirmarme en cierta filosofía de vida (aunque eso sí, sigo siendo abstemio) y ha estado presente en momentos muy especiales. Tarareándola, mi amigo Andrés y yo recorríamos la facultad planeando besar a todas las mujeres guapas, con ella en la cabeza mi hermano y yo empezamos a esbozar los primeros acordes, con ella en el aire he frecuentado la compañía de turistas libertarios, conocí tanta buena gente y se forjaron tantas complicidades...
Así pues aunque a veces añoro aquellos días, aunque ni mi corazón recuerda ya cómo demonios me lo haría, puedo decir que esta canción me ayudó a comprender que la belleza es sinónimo de la alegría, que se puede (se debe) ser de Cádiz y del mundo, y, sobre todo, que es revolucionario no envejecer. Gracias, Javier.

Fernando Lobo

1 comentario:

  1. Genial el artículo, enorme el maestro. Desde el pensión Triana hasta estos días efectivamente, ha marcado mucho de mi forma de ser y sentir. A ver si consigo encontrar el libro, y me lo firma él, como homenajeado, y tu por tu parte...

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